Entorno escéptico

Adéntrate en un espacio de escepticismo racional, libre de doctrinas y sus dogmas


El concepto irracional del Demonio (1)

Historia.

Las religiones cristiana y musulmana han proclamado a los cuatro vientos sobre la existencia de un Dios lleno de amor, creador de este universo cuyo nombre es Jehová o Yahvé, así como la de un ente malvado denominado Satanás o el Diablo, quien es el antítesis de su amoroso Dios Jehová y causante de todo lo malo que ocurre y ha ocurrido en el Universo.

En el primer milenio de la era cristiana la figura del Demonio no tiene la importancia que alcanzará en los finales de la Edad Media y sobre todo en los comienzos de la Modernidad.

En los siglos XVI y la primera mitad del XVII, la obsesión demoníaca llega a su culminación. Las hogueras se multiplican, el horror y la angustia conmueven las conciencias, surge un nuevo género literario, las «Historias trágicas», donde abundan los demonios, las brujas, los monstruos y los fantasmas.

Con el triunfo del racionalismo en el siglo XVIII, la imagen del Diablo palidece, pero no desaparece del todo, especialmente en los países protestantes del norte de Europa y Estados Unidos. Últimamente, la noción del Demonio se ha ido internalizando: va dejando de ser un personaje externo para pasar al lado oscuro del hombre, donde anidan las pesadillas de horror y violencia.

     La figura de un ser espiritual antagónico a Dios no era parte de la cultura judía antes de Cristo. En el Antiguo Testamento Dios nunca advirtió a Israel sobre la existencia de un enemigo espiritual. De hecho es en el Nuevo Testamento donde se multiplican las menciones al Demonio, más cuanto más tardío es el escrito evangélico y, sobretodo, en el libro del Apocalipsis.

Esto explica la razón por la cual en la religión judía el Diablo es menos importante. Y es que, con un Yahvé tal como relatan, no se requiere de otro ser que explique el mal.

Para los hebreos, al parecer, el término Satán representaría a un ángel que cumpliría la función de un fiscal acusador delante de un tribunal, presidido por Dios. No tendría poder para hacer más que el conferido por Dios.

En las religiones cristiana y musulmana se menciona al Diablo más cuanto más fundamentalista es la doctrina. Se le confiere más poder al Mal para poder combatirlo con mayor fiereza. De esta manera, los fundamentalistas desarrollan una visión del mundo maniquea, bipolar: el Bien contra el Mal.

Concepto irracional.

Satanás es el concepto más irracional de las doctrinas monoteístas que lo desarrollaron. Por un lado, este concepto era necesario para justificar el mal proveniente de una creación  por parte de un Dios perfecto y amoroso. Pero, por otro lado, el mismo Dios amoroso protagoniza actos genocidas, hasta el punto de no dejar al Diablo necesidad de actuar en casi ningún episodio violento (cuestión que se ampliará en el segundo capítulo).

Si, además, consideramos que Dios es omnisciente, tal como nos predican las doctrinas monoteístas, Dios debería conocer la trayectoria del Diablo antes, incluso, de haberlo creado. Por esto, las acciones del Diablo serían, en buena lógica, plan divino. Esto queda corroborado en la lectura de los libros sagrados de aquellas doctrinas, donde queda plasmado dicho plan y su final. No parece que Satanás lo haya leído.

Si el Diablo no existiera, Dios tendría que inventarlo, ya que es necesario para el plan divino. ¿Os imagináis el acto más malvado del Demonio?. Sería tan fácil como: “me declaro en huelga”. Se viene abajo el plan; ¿y a quien lo echaríamos las culpas?.

Lucifer, «ángel caído, pero ángel al fin», debía ser un espíritu incorpóreo; sin embargo, se lo representa de manera grotesca, como una especie de macho cabrío con rostro humano, lúbrico y horrendo, o un ser deforme y ridículo.

Sus capacidades intelectuales tampoco parecen atractivas. Este concepto explicativo del mal requiere un ser cuya inteligencia sea una caricatura. De lo contrario, pondría en peligro el desenlace de los planes previstos en los libros sagrados (Biblia y Corán).

Bien sabemos que el temor al Diablo y al infierno contribuye al control social de la manera más irracional, toda vez que la participación exclusiva de un dios bondadoso no permite tener a una población atemorizada y a la iglesia de turno vigilante.



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